
El veneno de la curiosidad y el antídoto de la ciberhigiene: una receta de ingeniería social
La curiosidad, esa vieja traviesa. Es el tipo de cosa que lleva mucho tiempo haciendo que la gente haga clic en enlaces o abra archivos adjuntos de forma decididamente imprudente. Al fin y al cabo, es uno de esos trucos que los ciberdelincuentes conocen bien y que no dudan en incorporar a sus campañas de phishing. Y funciona de maravilla , sobre todo cuando se trata de un gran número de destinatarios. Al fin y al cabo, mientras un método funcione, ¿para qué cambiarlo? Por supuesto, con el tiempo, todo se reduce a diseñar el cebo adecuado mediante técnicas de ingeniería social.
 
 
  







