Red Hot Cyber

La ciberseguridad se comparte. Reconozca el riesgo, combátalo, comparta sus experiencias y anime a otros a hacerlo mejor que usted.
Buscar

¿La mayor amenaza de la IA? ¡Los jóvenes ya no podrán pensar!

Massimiliano Brolli : 14 julio 2025 19:14

«¡Ahora que el genio ha salido de la botella, es imposible volver a meterlo!». ¿Cuántas veces hemos escrito estas palabras sobre la inteligencia artificial?

Ahora que el genio ha salido, como en los cuentos de las Mil y una Noches, no podemos fingir que nada ha cambiado. Las tecnologías basadas en IA nos están cambiando rápida y profundamente en todos los aspectos de nuestras vidas. Escribimos con IA, hablamos con IA, dibujamos con IA, componemos música con IA, y seguimos programando, aprendiendo e incluso pensando con IA.

¿Pero estamos realmente preparados?

Mirando hacia atrás, desde Alan Turing hasta John von Neumann, desde Marvin Minsky hasta John McCarthy, el hombre que acuñó el término «inteligencia artificial» en 1956 y que participó en el Tech Model Railroad Club del MIT en Boston, donde nació la cultura hacker, hemos recorrido un largo camino. Pero a pesar de sus brillantes intuiciones, estos pioneros difícilmente podrían haber imaginado que un día, en los bolsillos de miles de millones de personas, habría asistentes inteligentes capaces de conversar, escribir código, componer música y generar imágenes en cuestión de segundos. Y, sin embargo, por asombroso que sea el progreso, el mayor riesgo que enfrentamos hoy no es la extinción de la humanidad a manos de una superinteligencia, como nos recuerda la cultura ciberpunk con Skynet y Terminator. La cuestión es mucho más sutil. Es la pérdida progresiva de nuestra capacidad de pensar. De razonar. Conectar, imaginar y evaluar críticamente.

Lo llaman “decadencia mental”. Y es la sombra que se cierne detrás de cada promesa de inteligencia artificial.

Pensamos cada vez menos con la cabeza

Para controlar computadoras inteligentes, necesitamos humanos que sean incluso más inteligentes que las computadoras, pero la inteligencia artificial solo nos empuja a descargar la información y dejar que las computadoras piensen por nosotros.

Esta es la reflexión –cada vez más compartida por académicos, educadores y filósofos– que debería hacernos reflexionar. Como también observa Yuval Noah Harari, autor de Homo Deus, si las personas empiezan a delegar sus decisiones en agentes inteligentes, perderán progresivamente la capacidad de decidir. El punto crucial es este: todo se está volviendo demasiado fácil. ¿Escribir un ensayo? Existe la IA. ¿Realizar un análisis de mercado? Existe la IA. ¿Resumir un libro, planificar un viaje, interpretar un texto complejo, diseñar una estrategia empresarial? Siempre existe la IA. Y esto está debilitando progresivamente nuestro «músculo cognitivo». Y todo es directamente proporcional: cuanto más fácil se vuelve, más perezosos nos volvemos.

De hecho, muchas personas están empezando a practicar lo que los anglosajones llaman raw-dogging con la inteligencia artificial, para describir la relación directa y sin filtros que algunos usuarios están empezando a tener con la IA. Esto confirma el estudio de Microsoft y la Universidad Carnegie Mellon, que descubrió que una mayor dependencia de las herramientas de IA en el trabajo se relacionaba con una menor capacidad de pensamiento crítico. Además, un estudio del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) también analizó qué ocurre en nuestro cerebro con un uso intensivo de ChatGPT, correlacionándolo con el déficit cognitivo.

Sí, están saliendo muchos estudios y todos coinciden en la misma dirección.

Pero a decir verdad, el camino ya estaba trazado. Desde 1973 se han observado signos de una reducción progresiva del coeficiente intelectual, un fenómeno que algunos investigadores vinculan con la introducción masiva de la televisión en los hogares. Lo que durante décadas ha sido una tendencia positiva en los países industrializados, conocida como el efecto Flynn, ahora muestra una peligrosa inversión de la tendencia, que los académicos llaman el «efecto Flynn inverso».

Las disminuciones recientes se atribuyen a Factores ambientales, sistemas educativos cada vez más simplificados, uso masivo de medios digitales, disminución de la lectura profunda y delegación cognitiva a herramientas externas. Y la IA es la guinda del pastel. Un mundo más desigual y una economía polarizada. Pero más allá del riesgo de deterioro mental, el impacto de la inteligencia artificial es mucho más amplio: afecta a numerosas áreas y concierne a toda la sociedad. Esto se debe a que:

Es una herramienta poderosa en manos de unos pocos. Hoy en día, los modelos más avanzados están controlados por un puñado de grandes empresas globales: Microsoft (con OpenAI), Google (con Gemini), Apple (con sus nuevos agentes Siri), Amazon, Meta. Y no nos engañemos: su objetivo no es mejorar la condición humana ni el hambre mundial, sino uno solo: generar ganancias. Esto polariza la economía, donde pocos se benefician de la sustitución del trabajo humano por IA, y muchos sufren sus consecuencias. Además, sus recursos computacionales, sus centros de datos y su capacidad para acceder a enormes cantidades de datos no son replicables por el común de los mortales, y mucho menos por los estados más pobres. Por ejemplo, el informe «El trabajo del futuro: crear mejores empleos en la era de las máquinas inteligentes», publicado en 2020 por el Grupo de trabajo del MIT sobre el trabajo del futuro, destaca claramente cómo, a pesar del crecimiento de la productividad, los frutos de la automatización y la IA se distribuyen de forma muy desequilibrada. Esto significa que la IA Corre el riesgo de ampliar la brecha que ya existe entre ricos y pobres, entre el Norte y el Sur global, entre quienes tienen acceso a herramientas y quienes están excluidos. Según un análisis de 2024 del Foro Económico Mundial, el 80 % de los beneficios de la automatización inteligente se concentran en los países del G7, mientras que en África y América Latina observamos un crecimiento de la automatización sin un crecimiento correspondiente en las habilidades digitales. Un abismo que corre el riesgo de volverse insalvable. Y en este abismo reside la verdadera amenaza: que la inteligencia artificial no solo acelera las desigualdades económicas, sino también las culturales y existenciales. Porque quienes poseen los algoritmos también poseen la capacidad de guiar los pensamientos, el consumo y los comportamientos. Y aunque los más afortunados podrán alquilar inteligencia artificial para mejorar sus mentes, miles de millones de personas corren el riesgo de convertirse en meros usuarios pasivos de un sistema diseñado en otro lugar, incapaces de participar, comprender e incluso elegir. Aquí es donde la tecnología, de herramienta para liberar al hombre, corre el riesgo de transformarse definitivamente en una jaula invisible e infranqueable gestionada completamente por máquinas. class=»wp-image-125762″/>

¿Y qué podría pasar?

En la próxima década, la IA ya no se limitará a responder nuestras preguntas o generar contenido a demanda: se volverá omnipresente e invisible en nuestras vidas. Cada individuo tendrá un asistente de IA personalizado, que gestionará todo, desde la planificación diaria hasta la salud mental,

Los sistemas de inteligencia artificial evolucionarán para conocer cada detalle sobre nosotros, anticipándose a deseos y miedos, adaptando noticias, entretenimiento y relaciones sociales en tiempo real para maximizar nuestra atención.

Viviremos rodeados de asistentes digitales tan refinados que parecerán personas reales, capaces de acompañarnos en cada elección diaria, hasta el punto de influir en lo que soñamos con convertirnos.

Paralelamente, nuestras propias mentes corren el riesgo de cambiar. Con el hábito de delegar procesos creativos, analíticos y de toma de decisiones, asistiremos a una transformación silenciosa pero profunda, como se vio en el capítulo anterior, «pensamos cada vez menos con nuestra propia cabeza».

Seremos pues una humanidad cada vez más acostumbrada a las respuestas inmediatas y cada vez menos entrenada en la complejidad. El pensamiento crítico y la capacidad de sostener la duda pueden parecer superfluos, reemplazados por algoritmos que simplifican cada pregunta. La memoria se volverá externa, almacenada en servidores, mientras que la imaginación será compartida y moldeada por redes neuronales que piensan más rápido que nosotros.

Al mismo tiempo, la desigualdad tecnológica podría generar nuevas fracturas sociales. Aquellos que tengan acceso a las herramientas más avanzadas podrán amplificar su talento e influencia, mientras que una gran parte de la población correrá el riesgo de seguir siendo espectadores, incapaces de comprender o controlar la lógica que rige el mundo digital, incluso si se ven obligados por futuros «Muros Digitales«. Las democracias tendrán que afrontar el reto de plataformas cada vez más poderosas, capaces de influir en el consenso y alimentar polarizaciones nunca antes vistas. La diferencia entre quienes controlan la IA y quienes sufren sus efectos podría convertirse en la nueva línea divisoria entre el poder y la impotencia. Y probablemente, tras haber llegado tan lejos y haber comprendido que el hombre corre el riesgo de convertirse en sirviente de las máquinas, algunos estados comprenderán que es necesario revertir el rumbo. Podría surgir la idea de educar a las nuevas generaciones redescubriendo métodos de enseñanza de principios del siglo XX, aunque esto sea solo un ejemplo. Se podría plantear la hipótesis de la creación de «focos» de desdigitalización. Hablé de ello en el artículo de 2020 que presentaba el concepto de desdigitalización. Y esta forma de actuar nos permitiría eliminar los agentes de IA fuera de control, la vigilancia masiva, la dependencia e influencia tecnológicas al desconectarnos de internet y crear redes independientes supervisadas por estados o federaciones de estados que apoyen las políticas de desdigitalización.

Un fotograma de la película de 1966 Fahrenheit 451 dirigida por François Truffaut, basada en la novela de ciencia ficción distópica del mismo nombre de Ray Bradbury.

En resumen, Runet, el Gran Cortafuegos de China, los aranceles, las tierras raras, son solo parte de un camino que llevará al mundo a erigir estos «muros», a crear un ciberespacio aislado, donde los tiempos de colaboración entre los pueblos serán olvidados porque el dominio del mundo es tecnológico y ya no humano.

El gran desafío reside en un equilibrio frágil

Si podemos imaginar una tecnología que no reemplace a los humanos, sino que los mejore, podríamos entrar en una era donde la inteligencia artificial se convierta en un aliado de la creatividad y el conocimiento compartido. Podríamos crear ecosistemas digitales que protejan la privacidad, fomenten la inclusión y devuelvan tiempo para pensar, experimentar y cometer errores.

Pero los humanos no piensan así. Piensa siempre en su propio interés.

Cuando las máquinas se vuelvan tan buenas que confundamos (y pronto ocurrirá) las estadísticas con el alma, la discusión será si tienen derechos o no. El tema en ese momento será preguntarnos: ¿qué es el alma? ¿Puede ser representada por un cuerpo de silicio movido por pura estadística? Y veremos algunas grandes cosas allí.

Hubo una vez, cuando los grandes desafíos eran puramente tecnológicos: crear la primera computadora, enviar un hombre a la luna, construir redes cada vez más poderosas. Hoy, sin embargo, el verdadero desafío ya no se limita a la tecnología, sino al hombre mismo. En una era en la que las máquinas empiezan a «pensar», diseñar sistemas más avanzados pasa a un segundo plano ante una cuestión mucho más profunda: cómo proteger lo que nos hace humanos. No es casualidad que ya empecemos a hablar de un lenguaje «humano» para comunicarnos con estas inteligencias artificiales (casi IAG, si alguien sabe qué significa este término), que, sin embargo, son cada vez más omnipresentes. En la Semana de la Tecnología de Londres de junio, alguien bromeó diciendo que «¡el nuevo lenguaje de programación del futuro debería llamarse Humano!». Una broma, sin duda, pero que capta a la perfección el momento histórico que vivimos: las máquinas nos obligan a interactuar con ellas usando lenguaje natural, nuestro propio lenguaje, ya no para dominar la tecnología, sino para poder dialogar con ella sin perdernos.

En este escenario, la psicología y la tecnología se fusionan. Hace unos años, hablábamos de ética y diferencias de género. Son problemas que, lamentablemente, ya se han olvidado y superado. Ahora hemos pasado a asuntos más serios y los estudios se multiplican para entender cómo los seres humanos pueden adaptarse a un mundo digital dominado por asistentes inteligentes, robots, chatbots y sistemas predictivos, sin sacrificar la memoria, el pensamiento crítico y la creatividad. Es un equilibrio delicado, en el que lo que está en juego no es solo la eficiencia o la productividad, sino nuestra propia capacidad de razonar y pensar por nosotros mismos. Mientras tanto, la política se encuentra suspendida entre los intereses de las grandes tecnológicas —que hoy cuentan tanto como economías nacionales enteras— y la incapacidad de leer realmente los peligros a largo plazo. Al hacerlo, corremos el riesgo de abrir las puertas a una difusión generalizada de agentes digitales que, por un lado, simplifican nuestras vidas, pero por otro, erosionan lentamente las capacidades cognitivas de los más jóvenes.

Un lento deslizamiento hacia un mundo en el que ya no seremos dueños de nuestras elecciones, sino simples ejecutores de lo que las máquinas nos sugieren. Y lo harán tan bien que confiaremos plenamente en ellas.

Y, sin embargo, precisamente en la conciencia de este riesgo reside una semilla de esperanza. Porque si el gran desafío es «humano», entonces solo el hombre puede superarlo: redescubriendo su lentitud, su pensamiento crítico y su creatividad como valores indispensables. Puede que no podamos detener el progreso tecnológico, pero aún podemos optar por no ser sus esclavos y escribir las palabras «AI Free» en nuestras canciones, artículos y código fuente, para indicar que todo lo producido es fruto exclusivo de la mente humana. ¿Estaremos en el mercado? Probablemente no, pero será una señal importante para muchos. Depende de nosotros decidir si vivimos en un mundo gobernado por máquinas o en un mundo donde las máquinas permanezcan, sin embargo, al servicio del hombre. La pregunta ya no es si la inteligencia artificial cambiará el mundo. Ya lo está haciendo. La verdadera pregunta es: ¿seremos capaces de seguir siendo humanos, en el sentido más profundo y auténtico del término, en un mundo dominado por máquinas pensantes? Sería fantástico pensar en un futuro en el que la IA se convierta en el microscopio y el telescopio de la mente humana, ayudándonos a explorar preguntas aún más importantes que hasta ahora han permanecido sin respuesta. Pero, por desgracia, este sueño sigue en segundo plano. Ahora el reto ya no es tecnológico. Es cultural, educativo y, sobre todo, político.

Articoli in evidenza

Probando el exploit: HackerHood prueba el exploit en el servidor WingFTP del CVE‑2025‑47812 con una puntuación de 10

Esta herramienta está diseñada exclusivamente para fines educativos y de pruebas de penetración autorizados. El autor no asume ninguna responsabilidad por el mal uso o los daños ca...

Exploit RCE 0day para WinRAR y WinZIP a la venta en Exploit.in para correos electrónicos fraudulentos de phishing.

Recientemente, el popular foro clandestino exploit.in, actualmente cerrado y accesible solo por invitación, ha estado ofreciendo exploits para una vulnerabilidad de día cero que afecta a los...

¿Qué es el ransomware? Exploremos cómo funciona RaaS y qué significa.

Muchas personas desean comprender con precisión el fenómeno del ransomware, su significado, los métodos de violación y los delitos que lo rodean, y les cuesta encontrar informaci&#...

Cables submarinos y la «ciberguerra del fondo marino». Entre el control, la geopolítica y la tecnología.

Autore: 5ar0m4n Data Pubblicazione: 7/11/2021 Abbiamo spesso affrontato l’argomento dei cavi sottomarini su RHC dove abbiamo parlato del primo cavo sottomarino della storia e dell’ultimo p...

Un hacker filtra datos sensibles de políticos españoles. También está implicado el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Las autoridades españolas investigan a un hacker que filtró información sensible sobre funcionarios públicos y figuras políticas. Los datos publicados incluyen el supuesto n&#...